Cuatro confianzas: Parte I-Confía en la enseñanza, no en la persona
Esta mañana tuve la idea de escribir sobre las Cuatro Confianzas inspirado en un amigo que acaba de abandonar el grupo espiritual al que pertenecía. He visto esto repetidas veces y me pregunto qué es lo que falla. Creo que el Buda previó la confusión a la que se verían enfrentados los practicantes futuros, y por ello enseñó las Cuatro Confianzas para ayudarnos a permanecer en el camino correcto.
Las Cuatro Confianzas son:
- Confía en la enseñanza, no en la persona.
- Confía en la verdad universal, no en la verdad convencional.
- Confía en el significado, no en la palabra.
- Confía en la sabiduría, no en la discriminación mental.
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Queda claro que la idea de confiar en la enseñanza y no en la persona es para prevenir el culto a la personalidad, que oscurece el mensaje espiritual. Esto tiene que ver con la actitud del que está en la búsqueda y no en la calidad del maestro. El ejemplo más famoso es el de Ananda, que pensó que si se convertía en el servidor del Buda, de alguna manera estaría salvado sin tener que buscar la Verdad dentro de sí mismo.
El problema no existe sólo en el Budismo, sino que está presente en todas las religiones. De hecho existe en cualquier organización en la cual el líder adquiere mayor importancia que la misión de la organización. Es entonces que mucha gente decide arreglárselas por sí misma, alejándose de cualquier relación entre el maestro y el alumno. Pero, ¿es esto correcto?
Claramente, la relación entre el maestro y el alumno es fundamental para el cultivo espiritual. En una tradición que se caracteriza por estar libre de rituales y de dogmas, la enseñanza Zen se sostiene, en realidad, por medio de generaciones de ininterrumpidas relaciones entre maestros y alumnos. Parece imposible practicar el Zen sin tener un maestro que encarne la realización espiritual y que pueda guiar y confirmar la comprensión y las experiencias de los alumnos. La comprensión a través de los libros no lo logra. Todos los maestros Zen y los patriarcas de China y de Japón han tenido maestros que los guiaron y los desafiaron. Entonces, ¿de qué manera podemos practicar el “confiar en la enseñanza, no en la persona”?
La idea de confiar en la enseñanza y no en la persona no significa que se debe practicar sin un maestro. En los koan Zen, a menudo vemos que el maestro dice algo o actúa de una manera tal que fuerza a su alumno a hacer surgir sus apegos a la superficie. En ese momento un alumno puede a) confiar en la enseñanza o b) confiar en la persona.
Si un alumno confía en la enseñanza, él o ella siempre observarán su propia mente cuando aparezca una situación desafiante. La situación servirá de fundamento para entrenarse a disolver nuestros apegos habituales. De eso se trata la enseñanza.
Si, en cambio, el alumno confía en la persona, en ese momento, él o ella va a buscar una respuesta por parte del maestro. Va a proyectar su sufrimiento en la situación o en el maestro, actuando de la manera habitual con las emociones habituales; en otras palabras, se encontrará perdido y nunca aprenderá nada nuevo. En tanto un buscador espiritual no dirija su mirada hacia su interior, no tendrá la posibilidad de alcanzar la liberación.
Al observar nuestro interior profundamente, permitimos que surja una comprensión más profunda, que aparezca la sabiduría que podrá guiar nuestra acción.
¿Alguna vez experimentaste un episodio desafiante relacionado con una situación o con un maestro? ¿Cómo manejaste esa experiencia? ¿Confiaste en la enseñanza?
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