¿Dónde está tu verdadero hogar?

¿Dónde está nuestro verdadero hogar? El verdadero hogar no es la casa física en la que vives. Es el verdadero yo dentro de cada uno de nosotros. Es el precioso diamante que todos poseemos, pero del cual nos hemos olvidado completamente, hasta que un día nos preguntamos sobre el propósito de la vida o para qué estamos aquí. Primero, comienzas a descubrir lo que falta. Y luego descubres un hecho que produce temor: ¡Mi Dios! ¡Ni siquiera sé quién soy!

¿Cómo puedes descubrir tu verdadero yo? Hemos estado alejados de nuestro hogar durante tanto tiempo, ¿cómo encontrar el camino de regreso a casa? Afortunadamente, el Maestro Zen Miao Tsan nos provee de un mapa.

“El propósito de la educación en el Zen consiste es permitirnos regresar a nuestro verdadero hogar, a nuestra naturaleza primordial, la Mente Pura donde la vida es eterna y la mente y la materia son uno. Sólo en este hogar verdadero podemos convertirnos en el amo de nuestra propia mente y de nuestros pensamientos. Para lograr esta meta, se necesita realizar una práctica diligente para dominar los pensamientos errantes y habituales y para detener nuestro apego al mundo fenoménico.

“Cada gota de agua contiene el sabor de toda el agua; cada momento contiene la señal de toda la existencia”. Esta es una profunda verdad. Todos los que practican el Zen deberían concentrar su atención en entrenar la mente, a cada instante, para erradicar el patrón inconsciente con que opera la mente y el apego a sí mismo, porque la Mente ya posee toda la sabiduría.

Para los que la practican, la meditación es un medio para transformar los apegos y para desarrollar una vida y relaciones pacíficas y armoniosas. La manera más concreta de aplicar la educación Zen en nuestra vida es utilizar correctamente la meditación para transformar los pensamientos habituales y engañosos y lograr un nivel elevado de atención plena en la vida diaria. Es muy efectivo para clarificar la esencia de los problemas de la vida y para cambiar el curso de la misma para liberarse de la existencia cíclica del falso “yo”.