Al caminar temprano por la mañana, noté el rocío matinal que cubría el césped. Cada brizna de hierba recibe sus propias gotas; cada hoja pasa su tiempo bajo el sol. Cada planta debe estar únicamente donde está. Toma lo que se te ha dado y crece a partir de ello, nada más. Es ridículo preocuparse por no tener suficientes cosas o preguntarse si se encuentran en algún otro lado. “Este” es el regalo de la vida (¿o será la maldición de la vida, el karma, la realidad?) y no es una cuestión de elección, sino que es un hecho.
Ahora imagínense que somos todos como las plantas, arraigados en este preciso momento, en este papel, este ambiente, esta situación y esta relación. ¿Dónde nos encontramos en este preciso momento? ¿Realmente podemos lograr algo fuera de donde estamos?
En última instancia, ¿tenemos alguna opción en todo esto? En este preciso momento, ya no tenemos opción, pero podemos darle forma al momento siguiente. Si somos lo suficientemente conscientes, en el momento siguiente estaremos un poco más alertas, estaremos un poco mejor, perseveraremos y encontraremos la dicha en el proceso. Esa dicha que la gente llamaba opción, en realidad es algo más grande que se llama libertad.