La explicación más común sobre esta enseñanza siempre está relacionada con las palabras escritas del Buda, que enseñó lo que muchos consideran como verdades convencionales – conceptos y prácticas que sólo se refieren a situaciones particulares. Los sutras, que son las enseñanzas del Buda recogidas por escrito, han sido divididas entre aquellas que contienen verdades convencionales y las que contienen la verdad universal que no admite excepciones. La recomendación es de siempre otorgarle más importancia a estas últimas cuando tratamos de resolver conflictos que percibimos en la enseñanza.
Pero me gustaría avanzar un poco más…
Mientras que el Buda enseñó la verdad universal en el norte de India durante cuarenta y nueve años, en estos momentos, intentamos aprender la enseñanza a través de un documento escrito. Recibimos sólo una parte de la enseñanza, las palabras, pero no captamos mucho de lo que significaba la presencia del Buda. Aun si pudiéramos asistir a las enseñanzas (por medio de un milagroso viaje en el tiempo), llevaríamos nuestras propias interpretaciones y prejuicios a través de los cuales tratamos de comprender sus enseñanzas.
No cabe duda de que el Buda intentó revelarnos la verdad universal de muchas maneras, pero nuestra mente desasosegada no la reconoce. Ni siquiera miles de rollos de textos sagrados han sido de mucha ayuda. ¿Por qué? Porque la mente con la que intentamos reconocer la verdad es “convencional”; la mente intenta constantemente filtrar, definir y juzgar todo, no puede ver la realidad tal como es.
Confiar en la verdad universal no consiste simplemente en tratar de identificar un grupo de ideas como universales y otras como convencionales. Primero debemos tranquilizar nuestra mente desasosegada que tergiversa lo Real y lo convierte en lo No Real, y recién entonces podremos ver la verdad que existe en una simple flor y sonreír.